13/12/16

MRE Murphy

Acaricias la plaquita del pecho y sonríes con gusto. Tus amigos siempre dijeron que eras poco hábil de mente y que nunca llegarías a ningún lado. Pero aquí estas, en el espacio. Y nada menos que como sub-capitan. Todo un logro. Bueno, es cierto que la nave es pura chatarra y tu capitán es un borracho paranoico, pero siendo sinceros: ¿Podrías optar a algo mejor?
SI
Díselo a todos los que te rechazaron y te dejaron con cara de tonto en el puerto espacial. El Capitán te dijo “puede que sirvas para algo” ¿Cuándo alguien ha confiado en ti de esa manera? Deberías ser más agradecido
NO
Pues no te quejes. ¿Qué son algunas cubiertas expuestas al vacío? ¿Quién sabe si de verdad alguna entidad alienígena ha invadido la mente de nuestros líderes?
De repente te das cuenta que mientras te reconfortabas con tu ego, el capitán ha empezado a gritarte por el comunicador. Parece algo importante, pero quien sabe con ese hombre.
Seguro que no es nada, en unos minutos el Capitán habrá olvidado que te estaba llamando y así puedes tener tiempo para ti mismo. (Te lo recomiendo, la última vez acabaste limpiando la recicladora de residuos humanos…)
La soledad del espacio es abrumadora, es uno de los pocos clichés que son ciertos. Por suerte viniste preparado con suficiente material audiovisual para mitigar ese profundo vacío. Cierras la compuerta de tu camarote para conseguir esa intimidad tan necesaria. También apagas el comunicador, no vaya ser que alguien interrumpa. Esta no es la aventura que esperabas, pero no esta tan mal, al fin y al cabo, es como estar en casa. Por desgracia, cuando el asunto se empieza a poner interesante. Oyes sonidos de disparos y las luces de emergencia se activan. Empiezas a pensar que quizás deberías haber bajado con el Capitán. Intentas volver a ponerte los pantalones. No te da tiempo, la nave explota consumiéndote en el acto. Por suerte para ti, nadie sabrá lo que estabas haciendo
Decides bajar corriendo a la cubierta de carga, no vaya a ser que por una vez hagas falta y no estés presente. Además, para algo te pagan, o eso crees.
Como era de esperar el panorama es de lo más desalentador. La Tuerta y sus ayudantes están descargando sus… bueno, la verdad es que no tienes ni idea de lo que descargan. Todos esos hombres de caras largas y gestos ausentes, como funcionarios, se te ocurre pensar. Te ríes ante tu propio chiste fácil. Es esa una de tus principales virtudes (y casi la única), a pesar del mal rollo que te dan los nuevos clientes, nada ni nadie puede derrotar tu optimismo. El Capitán se acaba percatando de tu presencia y te llama para que te acerques. La Tuerta te taladra con su único ojo inyectado en sangre. Te fijas en el aburridísimo cubo de cristal que lleva entre manos, lo pasa de una a la otra con enfermizo ritmo.
—Ayuda a nuestros invitados a pasar sus datos al sistema.
Caminas por la bodega de cargas hasta llegar al panel de control donde uno de los ayudantes está esperando. Te pregunta sobre el sistema de navegación. Evidentemente no tienes ni idea, pero con un par de frases sueltas pones de manifiesto tu habilidad para escurrir el bulto. Enciendes la consola. La barrita de inicio tarda en cargarse. Menos mal.
Le das un golpe
No pasa nada. No se porque esperabas que iba a funcionar. Sera mejor que esperes y busques una oportunidad para escaquearte
Esperas un poco con la esperanza que este sea uno de esos días que no le da la gana de compilar
La pantalla se enciende, pero no sabes muy bien qué hacer con ella. Por suerte el ayudante de la Tuerta empieza a toquetear el teclado de forma un tanto sospechosa. Le preguntas si esta todo el orden. Te comenta vagamente que está introduciendo la ruta de navegación hacia Titán. Notas el apretón del miedo en el estómago. Nadie ha vuelto del Triángulo de Saturno con vida. Y no crees que al Capitán le vaya hacer mucha gracia. Así cuando oyes sus gritos vas corriendo a ver qué pasa. La Tuerta está herida de un disparo en el estómago y su inútil cubo de cristal esta tirado al lado. Dos ayudantes han reducido al Capitán que intenta liberarse del yugo.
Tienes una pistola. Es tu oportunidad de honrar la confianza que el Capitán puso en ti, salvándole la vida
Disparas. Y fallas. De alguna manera la descarga láser va a parar a un bidón de combustible. El resto son detalles sin importancia acerca de cómo va explotando todo a tu alrededor hasta que te consumes en el agradable calorcito del plasma.
El Cubo, sientes que te llama. Parece tentador cogerlo. ¿A que sí? No vale para nada. No lo cojas, en serio, no lo hagas.
Como parece que te da igual todo, coges el condenado cubo de cristal. No hace nada. Pero como eres terco aprietas con fuerza. Tendría que haberte dicho que es un dispositivo háptico de control remoto. Este en concreto es del transbordador de la Tuerta con el que llego a tu nave. Y bueno… has activado los cañones y estas en su trayectoria. Los proyectiles acelerados gracias a la sabiduría del colega Gauss te despedazan por la mitad. Te dije que no cogieras el cubo
Mariano Rajoy uno de los líderes más reconocidos y sabios del siglo XXI dijo que no tomar una decisión es al fin y al cabo una decisión. Este es tan buen momento como cualquier otro para seguir su ejemplo
Así que te quedas parado como un avestruz esperando que todo se resuelva por sí mismo. Los ayudantes ejecutan a tu Capitán delante de ti. La sangre y un poco de sesos te salpican en la cara. Es una pena y tal. Pero nadie advierte que estás ahí. Un robot sanitario atiende a la Tuerta y se recupera en un instante. O eso parece por la forma en que se levanta enérgica a causa segura de cierto estimulante. Empieza a dar órdenes a todo el mundo. Al final se detiene en ti
—¿Tienes los códigos de control de la nave?—Asientes—Capitán, ponga rumbo a nuestro destino
Siempre supiste que valías para el espacio. Que envidiosos se sentirán tus amigos. Dicen que Titán esta precioso en esta época del año.
Te disculpas y le dices que tienes que ir a un sitio a hacer no sé qué
Al escabullirte entre las cajas de mercancías te desorientas y acabas de nuevo enfrente de la Tuerta y el Capitán. Por suerte te das cuenta a tiempo y te escondes detrás de unas cajas donde oyes la conversación
—Ni de broma vamos al Triangulo maldita insensata. Allí es donde ELLOS tienen su base operaciones
—¿Qué mierda dices? Te lo he explicado mil veces. Allí es el único lugar seguro donde vender la droga
—No. No lo me creo. Eres uno de ELLOS maldita zorra
Sales de tu escondite. Quizás tu consigas calmar los ánimos
Le intentas convencer de que todo es un malentendido. Le hablas amablemente y le comentas que solo vais a pasar un poco cerca del Triángulo, pero… no parece hacerte caso. Cortesía de la Tuerta. Al mirarle los ojos puedes ver como la droga sintética que transportáis le ha nublado las pupilas. Desenfunda la pistola láser con cierta pena.
—¿Tú también?
Es lo último que oyes.
Sales corriendo en dirección opuesta a los problemas. Eso nunca falla
Vas directo al ascensor de nivel, pero al oír el primer disparo te distraes y tropiezas con un cable de energía. Das varias vueltas antes de estamparte la cabeza contra un bidón de grafeno. Te quedas aturdido. Notas la herida sangrante en la sien. Pero estas lo suficiente despierto como para ver las luces rojas y entender que de alguna manera el capitán ha activado la autodestrucción. Y lo suficiente lucido para oír: Tres. Dos. Uno

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