11/12/16

                                 FULAR DE SEDA

Capítulo I

Salió de casa y cerró la puerta de un portazo. Ya no podía más, estaba al borde de la desesperación. Necesitaba respirar aire puro y sobre todo ver gente nueva, confundirse con ella…, gente que no le hiciera daño.
Fer Dogherty era un hombre de unos cuarenta y cinco años, de complexión leptosomática.
Licenciado en Ciencias Químicas. Fue el primero de su promoción en terminar la carrera, con las mejores notas en la Universidad de Harvard.
Se hizo empresario de unos laboratorios farmacéuticos de gran standing en Massachusetts.
De niño era muy introvertido, siempre estaba solo, se entretenía leyendo sus lecturas favoritas de héroes.
A pesar de tener un hermano dos años mayor que él, parecía que no tenían nada en común.
Su hermano Maxwell  era astuto, rápido y diabólico, tan temido, como una pequeña serpiente moteada, en otro tiempo venenosa y juguetona, dentro de una bolsa de comida.
Extrovertido y dicharachero, tuvo varias novias, que le duraron lo que espera un tren en una  estación.
Sabía de su gracia y simpatía y nunca le faltaban las chicas que merodeaban alrededor de él.
Estudió medicina por un tío de su padre, que era médico, el cual, se la inculcó.
Se casó con Grace, una chica morena, de ojos azules, muy guapa.
Ella era abogada. No tuvieron hijos.
Grace era bastante atolondrada. Siempre estaba pensando en el último ¨trapito de moda¨.
Impulsiva, dominante y un tanto descarada. Tan distinta a su marido, que ahora se entiende, cuando dicen que ¨ los polos opuestos se atraen ¨
Ella tenía una artificialidad femenina perfecta, que Fer ni siquiera sabía que existía.
Fer deambulaba por las calles, se preguntaba por qué le ocurría lo que le estaba pasando. A veces oía voces contradictorias, ¡haz esto, no lo hagas!                 
Llegó a tener alucinaciones que le mortificaban la mente.
Tenía que hablar  con su hermano, él era médico y le podría ayudar.
Pasaron unas siete horas y cansado de patear la calle, entró en casa y llamó a Max por teléfono.
Te necesito, tengo que hablar contigo, Max, - le dijo por el auricular -
En una hora su hermano se presentó en su casa muy impaciente. Era el único que tenía y siempre que lo necesitaba, estaba allí.
Ayúdame Max, No me encuentro bien, no sé lo que me pasa, no soy el mismo. Tengo confusión de ideas, mareos, oigo voces en mi cabeza que me torturan, también alucinaciones, creo que me estoy volviendo loco, - le dijo Fer –
¿Desde cuándo te ocurre este cuadro clínico? –Preguntó Max –
Llevo ya varios meses, pero no se lo he dicho a Grace, para no preocuparla.




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