FULAR
DE SEDA
Capítulo I
Salió de casa y cerró
la puerta de un portazo. Ya no podía más, estaba al borde de la desesperación.
Necesitaba respirar aire puro y sobre todo ver gente nueva, confundirse con
ella…, gente que no le hiciera daño.
Fer Dogherty era un
hombre de unos cuarenta y cinco años, de complexión leptosomática.
Licenciado en Ciencias
Químicas. Fue el primero de su promoción en terminar la carrera, con las
mejores notas en la Universidad de Harvard.
Se hizo empresario de
unos laboratorios farmacéuticos de gran standing en Massachusetts.
De niño era muy introvertido,
siempre estaba solo, se entretenía leyendo sus lecturas favoritas de héroes.
A pesar de tener un
hermano dos años mayor que él, parecía que no tenían nada en común.
Su hermano Maxwell era astuto, rápido y diabólico, tan temido,
como una pequeña serpiente moteada, en otro tiempo venenosa y juguetona, dentro
de una bolsa de comida.
Extrovertido y
dicharachero, tuvo varias novias, que le duraron lo que espera un tren en
una estación.
Sabía de su gracia y
simpatía y nunca le faltaban las chicas que merodeaban alrededor de él.
Estudió medicina por un
tío de su padre, que era médico, el cual, se la inculcó.
Se casó con Grace, una
chica morena, de ojos azules, muy guapa.
Ella era abogada. No
tuvieron hijos.
Grace era bastante
atolondrada. Siempre estaba pensando en el último ¨trapito de moda¨.
Impulsiva, dominante y
un tanto descarada. Tan distinta a su marido, que ahora se entiende, cuando
dicen que ¨ los polos opuestos se atraen ¨
Ella tenía una
artificialidad femenina perfecta, que Fer ni siquiera sabía que existía.
Fer deambulaba por las
calles, se preguntaba por qué le ocurría lo que le estaba pasando. A veces oía
voces contradictorias, ¡haz esto, no lo hagas!
Llegó a tener
alucinaciones que le mortificaban la mente.
Tenía que hablar con su hermano, él era médico y le podría
ayudar.
Pasaron unas siete
horas y cansado de patear la calle, entró en casa y llamó a Max por teléfono.
Te necesito, tengo que
hablar contigo, Max, - le dijo por el auricular -
En una hora su hermano
se presentó en su casa muy impaciente. Era el único que tenía y siempre que lo
necesitaba, estaba allí.
Ayúdame Max, No me
encuentro bien, no sé lo que me pasa, no soy el mismo. Tengo confusión de
ideas, mareos, oigo voces en mi cabeza que me torturan, también alucinaciones, creo
que me estoy volviendo loco, - le dijo Fer –
¿Desde cuándo te ocurre
este cuadro clínico? –Preguntó Max –
Llevo ya varios meses,
pero no se lo he dicho a Grace, para no preocuparla.
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