7/12/16


Ejercicio 3. El planeta negro


Lo que les voy a narrar sucedió mucho tiempo a: pulsar botón rojo, b: tirar de la palanca verde hacia abajo. Yo no podía imaginar que lo que iba a acontecer aquél día cambiaría mi vida para siempre como a continuación podrán comprobar.

Habíamos estacionado el Esplendor en el muelle 5 del Gran hangar. Recuerdo que el Capitán, me refiero al Capitán Boss ¡en paz esté! a cuyas órdenes había aprendido el poco oficio que por aquél entonces Yo atesoraba. Válgame decir que aunque siempre anduviera reprendiéndome y atento a hacer brillar cual supernova el más nimio de mis errores, más de una vez, después de algunas libaciones a las que tan aficionado era, le oí presumir a mis espaldas de tener el mejor copiloto de la galaxia.

Echando la vista atrás el corto trayecto que nos llevó desde el viejo carguero hasta la consigna en la que debíamos inspeccionar el cargamento no era más que un mínimo muestrario d: poner en on las clavijas amarilla y azul, e: revisar el nivel de butadeno.

Ante mis ojos se me mostraba un pequeño avance de lo que me quedaba por ver y por vivir. Más por aquél entonces mis ojos iban de un lado a otro, apuntando con el dedo no paraba de hacer preguntas que el capitán contestaba estoico con su vozarrón rasposo apresurando el paso. Hoy los otrora feroces slurps encerrados en jaulas de gruesos haces de luz me parecen dóciles mascotas al lado de los gruaus o los seé del planeta negro. Los entes azulados del quinto planetoide con sus largas uñas o los transparentes de la luna de Obón simpáticos compañeros de libación al lado de los habitantes de las tórridas arenas del planeta negro.

En la consigna nos esperaba una mujer mayor escoltada por lo cuatros Oscuros más altos que jamás se hayan visto. A juzgar por sus ropajes y como más tarde pude comprobar con mis propios ojos, era uno de: poner en on las clavijas amarilla y azul, e: revisar el nivel de butadeno, f: cerrar la escotilla azul.

Sus sirvientes formaban una aguerrida y temible muralla detrás de ella. Individuos fornidos y curtidos en mil batallas que tan buen servicio habían de prestar. En ese momento no tenía ojos suficientes para reparar en el gesto de contrariedad que hizo el capitán, el ligero temblor de su mano derecha apoyada en la pistola que llevaba al cinto.

A la que nos acercamos, un gesto del mago sirvió para que se apartaran dejándonos ver detrás de ellos un cubo azul situado en lo alto de un pedestal. No era más grande que mi cabeza y en el centro de cada de una de sus caras se apreciaban diferentes figuras. Desde nuestra posición podía ver una calavera con dos tibias cruzadas, un sol y en lo alto el número siete.

El capitán se alejó unos pasos con la mujer mientras Yo permanecí junto a los Oscuros, al lado del pedestal. De cerca pude ver una flecha roja en el centro de otra cara del cubo. Mi función en esas ocasiones era poner al día al cliente de las condiciones del porte. Éstos parecían haberse informado bien sobre nuestra nave y andaban más preocupados en averiguar nuestros conocimientos sobre una parte de la Galaxia poco frecuentada, pronto descubriríamos por qué.

No sabría decir si mis respuestas les resultaban satisfactorias pues su semblante no reflejaba nada, y cuando digo nada digo nada. Yo me aplicaba en mis explicaciones ya que el Capitán permanecía atento a hacer brillar cual supernova el más nimio de mis errores, aunque más de una vez, después de algunas libaciones a las que tan aficionado era, le oí presumir a mis espaldas de tener el mejor copiloto de la galaxia. Hasta mi llegaba lejana e ininteligible su conversación. El Capitán negaba con la cabeza cada vez con más fuerza. Poco a poco subió el tono de la conversación y aunque del mago sólo pude adivinar alguna palabra suelta, con lo que oí del exaltado Capitán esta es la conversación que escuché:

“Es una locura. Al planeta negro irás pero no volverás”

“Tu volviste”

Exabrupto del capitán.

“El cubo es un compás. El compás de Joor” Se hizo el silencio durante unos segundos. El capitán parecía reflexionar mirando el cubo de reojo. Conocía esa mirada extraviada detrás del culo de una eunuca o al sonido de una partida de cartas.

“A la mierda. No hay tesoro que page los sufrimientos que se pueden encontrar en ese planeta”

“20”

“No. Si hubiera sabido que eras tú no habría aceptado el encargo”

“…traidor”

“vieja loca”

La conversación se tornó airada y virulenta. El capitán apartó con violencia la mano del mago clavada con fuerza en su brazo. Pasó por mi lado y sin detenerse me dijo que nos íbamos. Quedeme quieto sin saber qué hacer.

Se acercó la mujer mientras el Capitán seguía alejándose sin mirar atrás.

“Hola chico dicen que eres el mejor copiloto de la Galaxia ¿es eso verdad?”

“No estaría bien que Yo me pronunciara señ…or…a pero sí, puedo decirle que le han informado bien”

“bien, bien,… eres un chico listo s para despegar, finalizado proceso. Juntos podríamos hacer grandes cosas. Sí, un chico avispado y habilidoso como tu llegará lejos” Mientras dejaba estas palabras en el aire tomó el cubo con ambas manos y mostrándomelo me preguntó si sabía lo que era. Negué con la cabeza.

“¿sabrías pilotar un carguero interestelar?”

“Por supuesto”

“¿El esplendor?”

“Claro que sí. Es lo que hago cuando el capitán liba de má…” Enseguida me di cuenta atrás, iniciando 10, 9, 8… La sonrisa del mago me dejó helado. En ese momento se hizo unos pasos atrás 7, 6, 5, 4… y lanzó el cubo al suelo que rodó hasta detenerse junto a mis pies. En el centro de la cara que quedó boca arriba se iluminó un diamante negro. Era lo más bonito que jamás había visto.

“Ese es tu destino. Si quieres el trabajo, es tuyo”.

El capitán se perdió a mi vista igual que ahora se desdibuja en mi memoria.

2, 1, goooo

No hay comentarios:

Publicar un comentario