Ejercicio 3. El
planeta negro
Lo que les voy a narrar
sucedió mucho tiempo a: pulsar botón rojo, b: tirar de la palanca verde hacia
abajo. Yo no podía imaginar que lo que iba a acontecer aquél día cambiaría mi
vida para siempre como a continuación podrán comprobar.
Habíamos estacionado el
Esplendor en el muelle 5 del Gran hangar. Recuerdo que el Capitán, me refiero
al Capitán Boss ¡en paz esté! a cuyas órdenes había aprendido el poco oficio
que por aquél entonces Yo atesoraba. Válgame decir que aunque siempre anduviera
reprendiéndome y atento a hacer brillar cual supernova el más nimio de mis
errores, más de una vez, después de algunas libaciones a las que tan aficionado
era, le oí presumir a mis espaldas de tener el mejor copiloto de la galaxia.
Echando la vista atrás el
corto trayecto que nos llevó desde el viejo carguero hasta la consigna en la
que debíamos inspeccionar el cargamento no era más que un mínimo muestrario d:
poner en on las clavijas amarilla y azul, e: revisar el nivel de butadeno.
Ante mis ojos se me mostraba
un pequeño avance de lo que me quedaba por ver y por vivir. Más por aquél
entonces mis ojos iban de un lado a otro, apuntando con el dedo no paraba de
hacer preguntas que el capitán contestaba estoico con su vozarrón rasposo
apresurando el paso. Hoy los otrora feroces slurps encerrados en jaulas de
gruesos haces de luz me parecen dóciles mascotas al lado de los gruaus o los
seé del planeta negro. Los entes azulados del quinto planetoide con sus largas
uñas o los transparentes de la luna de Obón simpáticos compañeros de libación
al lado de los habitantes de las tórridas arenas del planeta negro.
En la consigna nos
esperaba una mujer mayor escoltada por lo cuatros Oscuros más altos que jamás
se hayan visto. A juzgar por sus ropajes y como más tarde pude comprobar con
mis propios ojos, era uno de: poner en on las clavijas amarilla y azul, e:
revisar el nivel de butadeno, f: cerrar la escotilla azul.
Sus sirvientes formaban
una aguerrida y temible muralla detrás de ella. Individuos fornidos y curtidos en
mil batallas que tan buen servicio habían de prestar. En ese momento no tenía
ojos suficientes para reparar en el gesto de contrariedad que hizo el capitán,
el ligero temblor de su mano derecha apoyada en la pistola que llevaba al
cinto.
A la que nos acercamos,
un gesto del mago sirvió para que se apartaran dejándonos ver detrás de ellos
un cubo azul situado en lo alto de un pedestal. No era más grande que mi cabeza
y en el centro de cada de una de sus caras se apreciaban diferentes figuras.
Desde nuestra posición podía ver una calavera con dos tibias cruzadas, un sol y
en lo alto el número siete.
El capitán se alejó unos
pasos con la mujer mientras Yo permanecí junto a los Oscuros, al lado del
pedestal. De cerca pude ver una flecha roja en el centro de otra cara del cubo.
Mi función en esas ocasiones era poner al día al cliente de las condiciones del
porte. Éstos parecían haberse informado bien sobre nuestra nave y andaban más
preocupados en averiguar nuestros conocimientos sobre una parte de la Galaxia poco
frecuentada, pronto descubriríamos por qué.
No sabría decir si mis
respuestas les resultaban satisfactorias pues su semblante no reflejaba nada, y
cuando digo nada digo nada. Yo me aplicaba en mis explicaciones ya que el
Capitán permanecía atento a hacer brillar cual supernova el más nimio de mis
errores, aunque más de una vez, después de algunas libaciones a las que tan
aficionado era, le oí presumir a mis espaldas de tener el mejor copiloto de la
galaxia. Hasta mi llegaba lejana e ininteligible su conversación. El Capitán
negaba con la cabeza cada vez con más fuerza. Poco a poco subió el tono de la
conversación y aunque del mago sólo pude adivinar alguna palabra suelta, con lo
que oí del exaltado Capitán esta es la conversación que escuché:
“Es una locura. Al
planeta negro irás pero no volverás”
“Tu volviste”
Exabrupto del capitán.
“El cubo es un compás. El
compás de Joor” Se hizo el silencio durante unos segundos. El capitán parecía
reflexionar mirando el cubo de reojo. Conocía esa mirada extraviada detrás del
culo de una eunuca o al sonido de una partida de cartas.
“A la mierda. No hay
tesoro que page los sufrimientos que se pueden encontrar en ese planeta”
“20”
“No. Si hubiera sabido
que eras tú no habría aceptado el encargo”
“…traidor”
“vieja loca”
La conversación se tornó
airada y virulenta. El capitán apartó con violencia la mano del mago clavada
con fuerza en su brazo. Pasó por mi lado y sin detenerse me dijo que nos
íbamos. Quedeme quieto sin saber qué hacer.
Se acercó la mujer
mientras el Capitán seguía alejándose sin mirar atrás.
“Hola chico dicen que
eres el mejor copiloto de la Galaxia ¿es eso verdad?”
“No estaría bien que Yo
me pronunciara señ…or…a pero sí, puedo decirle que le han informado bien”
“bien, bien,… eres un
chico listo s para despegar, finalizado proceso. Juntos podríamos hacer grandes
cosas. Sí, un chico avispado y habilidoso como tu llegará lejos” Mientras
dejaba estas palabras en el aire tomó el cubo con ambas manos y mostrándomelo
me preguntó si sabía lo que era. Negué con la cabeza.
“¿sabrías pilotar un
carguero interestelar?”
“Por supuesto”
“¿El esplendor?”
“Claro que sí. Es lo que
hago cuando el capitán liba de má…” Enseguida me di cuenta atrás, iniciando 10,
9, 8… La sonrisa del mago me dejó helado. En ese momento se hizo unos pasos
atrás 7, 6, 5, 4… y lanzó el cubo al suelo que rodó hasta detenerse junto a mis
pies. En el centro de la cara que quedó boca arriba se iluminó un diamante
negro. Era lo más bonito que jamás había visto.
“Ese es tu destino. Si
quieres el trabajo, es tuyo”.
El capitán se perdió a mi
vista igual que ahora se desdibuja en mi memoria.
2, 1, goooo
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