Lando Calrissian llegaba tarde al
muelle de carga donde se encontraba, Hal9000, el carguero interplanetario donde
trabajaba de copiloto. Iba pensando que el capitán, Andrew Wiggin, se pondría
furioso por tener que esperarle para inspeccionar el cargamento. Pero al llegar
se sorprende al ver una hermosa mujer uniformada hablando con Wiggin. Un poco
retirados, dos hombres de tropa, también observan la escena con interés. Lando ayuda
a los miembros de la tripulación a estibar la carga; era peligroso al despegar
y aterrizar, cuando se atraviesa la atmosfera de un planeta, si el cargamento
se desplazaba.
Fingiendo que comprueba los datos del flete,
no quita la vista al capitán y a la mujer que parecen discutir. Entre ellos hay
un cubo verde metalizado sobre un soporte de madera parecido a un pedestal con
asas, el origen de la discusión. Enfrentados, ella, con las piernas abiertas, una
mano en la cadera, afianzando el cuerpo echado hacia delante, el cabello
recogido en una estirada coleta que se mueve con energía siguiendo el ritmo de
su brazo derecho, que señala alternativamente el cubo y la nave; él, con los
brazos cruzados sobre el pecho, postura relajada, apoyado en la esquina de un
contenedor, sus grises ojos no se apartan de los de ella, y niega despacio con
la cabeza. Palabras sueltas, trozos de airadas frases le llegan a Lando, por
ellas deduce que el capitán no está dispuesto a ir donde quiere viajar la mujer
y mucho menos meter esa cosa, refiriéndose al cubo, en su nave. Lo considera
peligroso, el viaje, el planeta y la mercancía.
La mujer se gira impaciente,
golpeando el suelo con el tacón de su bota y se queda mirando a Lando, quien
torpemente finge indiferencia. Parece tomar una decisión. Con un gesto, despide
al capitán dando por terminada la discusión y se acerca a Lando con pasos
enérgicos ofreciéndole su mano. Éste se la estrecha y se queda embobado mirando
los galones en la manga su chaquetilla.
-Hola, Eres Calrissian, ¿no? El segundo a bordo de la Hal9000.
Soy la doctora Susan Calvin.
-¿Doctora? Pensé que era militar por su uniforme.
-Soy teniente del ejército, pero eso solo es interesante
para los militares. Para los civiles soy doctora especializada en
robopsicología y necesito llevar el cerebro positrónico que contiene ese cubo
al polo oscuro de Iapeto. Usted será mi piloto. Tengo entendido que es capaz de
dirigir cualquier nave y que también tiene conocimientos de mecánica por si
surge algún imprevisto en el viaje.
La doctora Calvin hablaba como un
militar, exigiendo. Pero Landon no sabía muy bien que le estaba pidiendo.
Iapeto, un satélite de Saturno, era peligroso. Sobre todo el hemisferio oscuro,
del que no se tenían datos fiables. Además entrar en órbita alrededor, antes de
descender, era arriesgado por las fuerzas gravitacionales de los anillos del
planeta anfitrión.
-Sí, sé pilotar y arreglar naves espaciales. Pero no creo
que el capitán Wiggin me permita…
La mujer le cortó con un gesto
cansado de la mano, mientras negaba con la cabeza mirando al suelo. Levantó la
vista fijando sus oscuros ojos en los de Landon, atravesándole. Y hablando
despacio, marcando las palabras le ordenó.
-No he dicho que utilizaríamos la Hal9000, de hecho no creo
que sea una nave fiable. Utilizaremos un X-Wing modificado. Partiremos dentro
de cincuenta minutos del hangar siete. No llegues tarde.
Se giró e hizo una seña a los dos
hombres uniformados para que cogieran el cubo y le siguieran. Landon se sentía
aturdido, no entendía como se había metido en semejante lío.
-No le he dicho que lo haría.
Sin
girarse, dejar de andar, ni gritar, pero hablando alto y claro, la doctora le
contestó cortante.
-No te he dado opción a negarte.
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