14/4/17

                                          MOSAICO

I.-EL EMPERADOR
Había expectación en la sala cuando el presidente Charly Gul, tras hacerse esperar una hora, compareció en la rueda de prensa.
Rodeado por sus adláteres, sus rostros expresaban el júbilo por la reciente victoria. Un esbozo de ovación surgido de la concurrencia fue acallado por el nuevo presidente,  que inició su declaración.
–  Lo primero–dijo–agradecer la generosidad con la que nos habéis tratado.  Lo segundo, agradecer a partidarios y simpatizantes su entusiasta trabajo, sin el cual no estaríamos celebrando este triunfo. Y lo tercero, felicitarnos a nosotros mismos y a toda la sociedad, porque a partir de hoy las cosas van a cambiar y ya no será verdad eso que hemos repetido durante toda la campaña: que “las gentes mueren y no son felices”. Porque con nosotros en el gobierno, no va a haber más niños en situación de pobreza extrema, porque vamos a mejorar la sanidad hasta extremos increíbles, y porque vamos a instaurar un estado de bienestar que hará feliz a todo el mundo…
 Una joven periodista aprovechó la primera pausa para preguntar:
– ¿Puede decirnos cómo va a conseguir que todo el mundo sea feliz?
El líder máximo del movimiento Venceremos apenas se inmutó y su conocida labia enhebró una fácil respuesta:
–Ya hemos decidido crear un Ministerio del Bienestar, a cuya titular le podréis preguntar los detalles. Pero adelanto una innovación, y es que en vez de burócratas, va a tener un personal especializado en terapia social: animadores, psicólogos, terapeutas… Pero, insisto, respecto a los detalles, la responsable os contestará en pocos días. 
– Y en cuanto a la muerte –el que preguntaba ahora era un periodista veterano – ¿cómo piensa eliminarla?
– Nunca prometí acabar con la muerte, sino con la infelicidad que la acompaña. Acabaremos con las trabas tradicionales que impiden eliminar el dolor y prolongan el sufrimiento innecesario. Acabaremos con la indignidad de la muerte. Esto forma parte de nuestro proyecto de reforma sanitaria que pondremos en marcha en breve…


                              II.- EL POETA
Miguel se dejó caer en el asiento del Metro. Su cara reflejaba excitación y satisfacción. Era su primer éxito profesional. Recordó cómo se contrajo su estómago cuando le dijeron que el jefe le llamaba. Temía haber cometido algún error. Pero era un encargo, hecho, además, en tonos elogiosos. Y nada menos que para la Compañía General.
La Compañía General era el cliente más importante de la Agencia de publicidad en la que trabajaba desde hacía un año. Un conglomerado que había crecido mucho a partir de una empresa química que fabricaba abonos para la agricultura. Como le explicó el jefe,  los abonos eran ahora sólo una pequeña parte del negocio de la General, pero el presidente de ésta mantenía su interés, quizá sentimental, por esa pequeña porción originaria de su imperio actual. Y aunque los abonos aún se vendían bien, el cliente quería ahora una campaña publicitaria de refuerzo, casi institucional, para que la gente siguiera recordando el producto inicial de la compañía, el célebre Trimetano.
No era una campaña utilitaria o técnica, para demostrar sus ventajas o su bajo precio, sino casi una campaña sentimental, que  evocara en el público el recuerdo de un producto que llevaba casi cuarenta años vendiéndose con idéntico nombre.
Lo mejor es que el jefe había pensado en él, en lo que llamó “su sensibilidad”. Conocía (por chismes de sus compañeros, sin duda) que tenía “veleidades poéticas” y pensaba que era el hombre idóneo para realizar esa campaña. Específicamente, le encomendó que forjara un eslogan, unos versitos fáciles de recordar que trajeran a la mente colectiva el nombre del Trimetano.
Y en eso estaba. Ya había pergeñado un par de versos, pero todavía no acababa de cuajar el final. Algo así como:
                   Voy a ser, sonriente, el hortelano
                   De la tierra que abono y estercolo…
El tercer verso se le resistía. Decir “con el maravilloso trimetano” le parecía vulgar  ¿tal vez “con nuestro viejo amigo trimetano”? Tampoco estaba claro.
Con estas elucubraciones, cuando Miguel se fija, ve que se ha pasado de parada y se levanta precipitadamente, pensando: bueno, mientras ando hacia casa tal vez se me ocurra un final...


III.- EL DIABLO (o No hable nunca con desconocidos) 
– Tu representación, Iván –decía Berlioz – del nacimiento de Jesús es justa, pero la clave es que antes de Cristo hubo una serie de hijos de Dios, como el Adonis fenicio o el Mitra persa, que, en resumen, ni nacieron ni existieron. Y Cristo, por supuesto, tampoco.  
Berlioz interrumpió su discurso, porque el extranjero se había levantado y se dirigía hacia ellos.
–Espero que perdonen mi atrevimiento…–dijo el caballero con acento extranjero –pero el tema de su docta conversación es tan interesante que…¿me permiten que me siente?
Los escritores le hicieron sitio.
–Si no me equivoco, acaba de decir que Cristo no ha existido –dijo volviéndose hacia Berlioz.
–No, no se equivoca – respondió Berlioz.
– ¡Oh, qué interesante! –exclamó el extranjero–  Y usted, ¿estaba de acuerdo?– se interesó el desconocido, volviéndose hacia Iván
– ¡Al cien por cien! –asintió el poeta
– ¡Sorprendente!– exclamó el entrometido, y añadió– Perdonarán mi insistencia, pero me parece entender que, además, no creen en Dios.
–No, no creemos en Dios –contestó Berlioz con una ligera sonrisa
El extranjero preguntó, con voz entrecortada:
– ¿Quiere usted decir que son ateos?
– Pues sí, somos ateos –respondió Berlioz sonriente. – Pero aquí nadie se sorprende de eso, la mayoría de la población ha dejado de creer en todas las historias sobre Dios
–Pero a mí –continuó el desconocido –me preocupa lo siguiente: Si Dios no existe, ¿quién mantiene entonces el orden en la tierra y dirige la vida humana?
–El hombre mismo– dijo el poeta con irritación.
–Perdone –dijo el desconocido suavemente–, pero para dirigir algo es preciso contar con un futuro previsible y, dígame ¿cómo podría estar ese gobierno en manos de un hombre que ni siquiera está seguro del día de mañana?
“Puedo hacerle varias objeciones– pensó Berlioz– El hombre es mortal, eso no se discute, pero…”
Pero el extranjero le cortó:
–De acuerdo, el hombre es mortal, pero eso es sólo la mitad del problema. Lo grave es que es mortal de repente. Y no puede decir con seguridad qué hará esta tarde.  
– Me parece que saca usted las cosas de quicio –le rebatió Berlioz – Puedo contarle lo que haré esta tarde sin equivocarme. Bueno, salvo que me caiga un ladrillo en la cabeza.
– Puedo asegurarle –interrumpió el extranjero con autoridad – que no corre ese peligro. La suya será otra muerte.
–Quizá usted lo sepa y no le importe decírmelo –dijo Berlioz con ironía.
–Desde luego, con mucho gusto –respondió el desconocido, y anunció –: Le cortarán la cabeza
Berlioz, esbozando una sonrisa oblicua, preguntó:
– ¿Y quién será? ¿Invasores?
–No –contestó su interlocutor– Una mujer del Komsomol.
– ¡Hum!– gruñó Berlioz, irritado por la broma– perdone, pero me parece poco probable.

–Sí, a mí también, pero así es–contestó el extranjero….

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